
Será porque soy especialmente sensible al entorno climático, pero cada año me sorprende el alargarse progresivo de las horas de luz y voy observando sus efectos sobre la naturaleza que me rodea.
Aún más, si he sabido bien sincronizar con los ritmos naturales de descanso y recuperación propios del invierno y dedicado más espacio en mi vida a su silenciosa quietud, mano a mano que voy saliendo de mi propio letargo, empiezo a notar con claridad lo que me sobra.
A la vez que lo voy eliminando, sea con una dieta depurativa, un ayuno, incrementando la actividad física, reordenando, limpiando y eliminando concientemente de mi hogar lo que ya no me sirve, veo como se vuelve a despertar mi atención, se afinan los sentidos, mi mente se hace más tónica y se modifica mi estado de ánimo.
No es casual que casi todos los métodos de curación natural, sobre todo la naturopatía y el ayurveda, coincidan en que la primavera sea tradicionalmente el mejor periodo del año para dedicarse a una buena depuración del organismo, atribuyendo también a las toxinas un papel clave en el desarrollo de las enfermedades.
Los signos de toxicidad se manifiestan a nivel local sobre todo en hígado, intestino, piel, pulmones y riñones, pero sus efectos se extienden de manera sistémica a todo el cuerpo. De los cuatro órganos emuntorios, el hígado es el que más participa de los procesos de desintoxicación, seguido por el intestino, que se calcula cumple con una cuarta parte de todos los procesos metabólicos relacionados con la filtración y eliminación de toxinas.
Muchos de los malestares más comunes, así como numerosas enfermedades, pueden encontrar su raíz en una sobrecarga de agentes tóxicos, a menudo agravada por alguna debilidad o problemática a nivel de los emuntorios.
Incluso en una situación ideal, en la que cuidemos muchísimo de nuestra alimentación y consigamos vivir en un entorno ambiental medianamente sano y libre de estrés, igualmente estaremos expuestos a las toxinas que ya de por sí están presentes de manera natural en los alimentos y a las que se producen en los procesos metabólicos normales de nuestro organismo.
Entre las manifestaciones que nos deberían llamar la atención y hacernos cuestionar sobre el correcto funcionamiento de nuestros sistemas de desintoxicación, numerosas son las afecciones de la piel, como acné (sobre todo de tipo quístico), eczema, psoriasis, las manifestaciones alérgicas con presencia de picores, así como la pigmentación precoz. Por supuesto están también las variaciones en nuestro estado de animo, como siempre uno de los marcadores más sensibles a los desequilibrios funcionales que ocurren en nuestro cuerpo.
También hay numerosas afecciones de etiología todavía no aclarada, como las cefaleas frecuentes sin causa aparente, el síndrome de fatiga crónica y las enfermedades degenerativas y autoinmunes, que generalmente se asocian a algún tipo de toxicidad de origen interno o externo al organismo.
Las razones de por qué a veces nuestro organismo no consigue eliminar eficazmente todas las toxinas, las que él mismo produce naturalmente o aquellas con las que entra en contacto, son a menudo múltiples y sobre todo diferentes de una persona a otra (por eso siempre es conveniente en nuestro proceso de salud dejarse acompañar por un profesional) pero los buenos hábitos están en la agenda de cualquiera y son los que nos permiten cuidar de nuestra vitalidad a diario así que ¿porqué no aprovechar de la primavera para eliminar la basura y todo lo superfluo, permitiendo así a nuestra maravillosa esencia relucir, reformarse y redefinirse por dentro y por fuera?
Contacta conmigo, si quieres que te asesore sobre cómo emprender un proceso de limpieza del organismo a través de la alimentación que sea seguro, eficaz y adaptado a tu persona, estilo de vida y objetivos de salud.
Después de la limpieza habrá más espacio para que florezca algo nuevo … ¡da rienda suelta a tu creatividad y disfruta de la primavera!